La atracción de la magnum | EL ESPECTADOR

2023-02-15 17:24:44 By : Mr. Tom Yang

Si damos una mirada cuidadosa a las estanterías de las vinotecas especializadas, nos percataremos que, como mecanismo de imagen, recurren a botellas de gran tamaño para reafirmar su compromiso con la exclusividad, la calidad y la capacidad de ofrecer vinos diferenciados, estables, duraderos y de alto impacto.

Sin embargo, su disponibilidad es reducida debido a lo costoso que implica importarlas y a su difícil manejo en depósitos y estanterías. Los interesados pueden obtenerlas mediante pedidos especiales.

En cualquier caso, son varias las razones que avalan el uso de los envases grandes, introducidos en los años 1700 tras la invención y expansión del tapón de corcho. Fue entonces cuando surgió la botella magnum, con una capacidad de 1.5 litros, es decir, el doble del actual envase corriente de 750 mililitros (ml).

La diferencia de tamaño se torna significativa si se evalúa la duración del producto en el largo plazo. Como entre corcho y vino siempre se deja un espacio de aire para garantizar la evolución natural de la bebida, la botella con mayor porcentaje de líquido en su interior minimiza considerablemente el riesgo de oxidación frente a la que almacena una menor cantidad.

Un caso puntual es el de los envases pequeños de 187,5 ml y 375 ml (o sea, los tipos benjamín y media botella). En ellos, la duración del vino se reduce significativamente. Mejora en el de 750 ml, mientras que en el de 1,5 litros sí se garantiza una vida útil mayor y un equilibrio prolongado de sus componentes.

Por tal razón, el magnum es el envase de rigor entre los compradores más exigentes y entre los coleccionistas. Además, el valor del vino en su interior se reajusta continuamente, por lo que se convierte también en un activo de inversión.

Hay que decir que no todos los vinos pueden o deben envasarse en magnum. Tal formato se reserva para grandes ejemplares y prestigiosas añadas. Adicionalmente, el magnum utiliza vidrios más gruesos y onerosos para su fabricación, con el fin de protegerlo contra golpes y filtraciones de luz.

Como objeto de deseo, su presencia resalta en la barra de un bar, en la cava de un restaurante, o en las mesas de los comensales exigentes. Además, ofrece la posibilidad de servir 10 copas de vino en una misma ronda, lo que implica que un grupo con este número de consumidores está en condiciones de disfrutar su contenido sin tener que cambiar de botella. Y como el vino mantiene su vigor y frescura, la satisfacción en el paladar es aún más estimulante.

Más allá de la magnum, existen botellas de mayor peso y tamaño, aunque más costosas, pesadas y poco prácticas. Van desde la Jeroboam (4,5 litros) y la Imperial (6 litros), hasta la Nabucodonosor (15 litros) y la Melquisedec (30 litros). En estos últimos casos, hay que recurrir a ayudas mecánicas para poder levantarlas.